domingo, 21 de abril de 2013

El banquete de los solitarios

-Capítulo 8-

Florencia se ilusionó rápidamente.
Y como no hacerlo, Esteban era un caballero, galante, educado, y servicial. Y conforme pasaba el tiempo, el se daba a conocer más, en cuanto a su sentir y personalidad. Ella era cálida e incondicional, cada conversación los unía más. 
Al terminar la semana Esteban regresó a San Caspiano. 
Antes de partir, le prometió a la chica que regrasaría con regularidad y lo más pronto que le fuera posible.  Le dijó que deseaba conocerla más, que su compañía le era inmensamente grata, se despidieron con un beso en la mejilla. 
Al llegar a casa, de inmediato se pusó al corriente y empezó a sacar todo el trabajo acumulado, colocó un cartel al frente de la oficina, un aviso de reclutamiento, necesitaba contratar un nuevo auxiliar administrativo quien se quedara a cargo los días que el se ausentara cuando fuera a visitar a Florencia. Por otro lado quería mantener su vida personal en total privacidad, y que nadie en el pueblo se enterara de sus frecuentes salidas.

Pasaron los meses, Esteban iba y venía sin problema, su recién contratado empleado era eficiente y responsable, se encargaba bien del servicio de correo.
La pareja se encontraba profundamente enamorada, era increíble como se conocieron, como iba avanzando todo a la perfección. Ella siempre había soñado con el amar a alguien con intensidad, y ser correspondida de  la misma manera. A estás alturas, la confianza era casi total, ya se habían dado su primer beso en los labios, eran novios, aunque nunca  se etiquetaron, ni auto nombraron como tal. 
De hecho nadie sabía lo suyo, si bien desconocían a Esteban en el pueblo de su tío, sus encuentros siempre eran en la casa del finado hombre; desde que lo suyo se torno más serio, no salían a ningún lugar público.

Florencia, era muy abierta, le contaba toda clase de anécdotas y pensamientos, aun así Esteban sentía que guardaba algo, algo en su alma que le preocupaba, él ignoró esa sensanción, tenían mucho tiempo por delante, algún día ella se lo compartiría.

Ya habían tenido intimidad en varías ocasiones, eran noches apasionadas, con momentos dulces adicionales. Él esperó a que ella estuviera lista, y todo se dió en su momento. 
Lo único que querían era estár juntos, compartir sus vidas, a veces pensaban que era muy rápida la forma en que se estaba dando todo, pero no les importó. 


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