En la búsqueda del placer y el bienestar que otorga el sexo las
diferencias imperan, cada persona tiene un universo en su cuerpo y
llegar al éxtasis o a la metaestimulación consiste de rutas igualmente
diversas.
En el sexo, decía Octavio Paz, siempre hay al menos tres
protagonistas: una pareja y la fantasía (evidentemente si se trata de
tercios u orgías habrá más: el fantasma erótico que también participa).
Esta fantasía a veces se materializa en un objeto animista. Pero hay de
objetos a objetos y la parafilia o el fetichismo a veces desbarra por
bizarros linderos.
Ursusagalamatofilia
A algunas personas les gusta vestir de
felpa o hasta de botargas y buscar otras personas similares para
copular. Esta parafilia es bastante popular.
“Hay una gran escena de ‘felpa’ y parece
estar basada en personas que gustan de proyectar cualidades
antropomórficas a los animales y les adscriben cualidades humanas”, dice
el terapeuta sexual Ian Kramer.
A diferencia de la zoofilia, donde la
personas literalmente gustan de tener sexo con cabras, perros, caballos,
o la avisodomía (con aves), aquí lo que sucede es el deseo de tener
sexo con humanos que tienen características de animales pero a la vez
son lindos y dulces, de ahí la felpa.
(Drew Barrymore en imagen sugerente con un oso de peluche)
Parcialismo
A algunas personas les excita una parte
del cuerpo específica, por ejemplo el pie de una mujer con tacones.
Incluso existen sitios dedicados en su totalidad a estas fascinaciones,
por ejemplo, a chicas en tacones apoyandos su piernas sobre un auto y
especialmente los pedales, conocidas como gas pedal honeys.
Esta fragmentación del deseo hace que algunas personas lleven esto al
extremo y durante el sexo busquen copular solamente con un pie o con una
mano: en vez de talk to the hand: fuck the hand.
Agalmatofilia
La atracción por maniquíes es bastante
común, esto incluye también la excitación erótica generada por estatuas y
por la inmovilidad (lo que podría ser un sucedáneo de la violación).
Muchas personas no solo contemplan a los maniquíes cuyos cuerpos
torneados se muestran en las tiendas de ropa, algunos incluso los roban
para tener sexo con ellos.
(Se agredece no tocarle las tetas al maniqui)
(Robar un maniqui)
(Justin Bieber besando a un maniqui)
Formicofilia
Este es el placer sexual derivado de
tener insectos arrastrándose por el cuerpo, especialmente en los
genitales (¡¿esa sexy hormiga en la vagina, o la abeja meliflua en el
pene?!).
Se cree que esta parafilia se ha desarrollado especialmente
entre personas cuyos hogares son infestados por insectos y, por el
divino azar, experimentan durante la cópula la participación de algún
insecto incrementando el placer.
Aunque claro que hay personas que
simplemente gustan voluntariamente de llevar insectos a la cama y
usarlos estratégicamente en zonas erógenas.
En Japón existe la costumbre entre ciertas personas de utilizar anguilas para el sexo anal o para la masturbación femenina.
(Caracol en pezon)
Dacrofilia
Un poco menos bizarra, ya que las
lágrimas tienen químicos, incluso llegan a tener oxcitocina (la llamada
hormona del amor), hay muchas personas que incrementan su excitación al
lamer, untarse o hasta beber lagrimas. No es extraño que las emociones
extremas se acrisolen en el sexo, y pasar del llanto al orgasmo no es
algo tan raro, pero existen personas que buscan propiciar las lagrimas
por cualquier motivo para llegar excitarse, lo que puede derivar en
violencia.
También relacionado está el placer que se obtiene por lamer los ojos de una persona, el oculolinctus.
(Cebolla cortando humano)
(Te puedo lamer un ojo?)
Acrotomofilia
Algunas personas se excitan con miembros amputados, ya sea su ausencia o su prótesis.
Mecanofilia
Como resultado de la sexualización de
las máquinas, particularmente de los autos, que se ha generado en la
publicidad, existen personas que no solo se ven excitadas por las
máquinas —por tener sexo en un Corvette rojo— sino que tienen sexo con vehículos. Tal es el caso de Edward Smith, un hombre que dice haber tenido sexo con más de mil autos y uno que otro helicóptero.
No hay duda que la mecanofilia es uno de
los fetiches que más futuro tiene con la llegada de los robots sexuales
y demás máquinas de uso erótico.
El placer sexual que genera montar
accidentes o desastres como un choque automovílistico. Este fetiche ha
sido popularizado por J. G. Ballard en su novela Crash, en la que el clímax del placer se sincroniza con el momento de un choque: excitación in extremis
que coquetea también con la muerte —el reverso del orgasmo.
Cercano al
placer que se obtiene de las cicatrices y de tener sexo en un paisaje
destrozado.
Por otro lado esto también comprende la
fascinación por copular en un desastre natural, tener sexo en un
huracán, tsunami, incendio, etc., y la máxima dádiva de la simorofilia:
copular durante el fin del mundo, el coito apocalíptico.
Hierofilia
La hierofilia es la excitación sexual
derivada por los objetos religiosos. Esto se asocia con la devoción
religiosa llevada a su literalidad.
Algunas personas fanáticas, por
ejemplo, que suelen asegurar “pertenecerle a Cristo”, llevan esto a un
extremo y gustan de usar cruces, Biblias u otros objetos en el acto
sexual. Otras simplemente gustan de masturbarse con imágenes o figuras
religiosas.
Esta “hereje” parafilia es una consecuencia de la misma
represión sexual que la religión ha implementado históricamente.
Arachibutyrophilia
Este es el extraño fetiche por emabdurnar a una persona alérgica a la crema de maní con esta sustancia y copular, en un melangerie, con
ella y otra persona, viendo cómo su cuerpo se trastorna.
El placer es
doble: la crema de maní en los cuerpos y el pasmo criptozoológico de su
mutación provocada por el alergénico. Este fetiche fue registrado por primera vez por un sexólogo en la revista Nerve.
oraleee que locoooo!!...
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