domingo, 31 de marzo de 2013

El banquete de los solitarios

-Capítulo 5-


*Cinco meses atrás*
-La casa es tan grande, tan vieja, y esta abarrotada por miles de cosas...lo mejor será tirarle un cerillo- Eso dijo Esteban para si mismo, en cuanto entró a la casa de su tío Plutarco.

Resulta que el finado hombre, murió en casa debido a un accidente doméstico simple, un librero gigantesco de latón le cayó encima. La señora que hacía el aseo una vez por semana lo descubrió días después.

Llevaba muchos años viviendo solo, en su juventud madura tuvo algunas parejas, nada serio, por lo tanto nunca se casó, ni tuvo descendencia. Él siempre comentó a sus conocidos que jamás encontró a la mujer ideal con la cual compartir su vida, sin embargo, en el fondo sabía que realmente se negaba a abandonar su estilo de vida de soltero, sin horarios, obligaciones, preocupaciones, más gastos , consideraciones, responsabilidades, etc. 
Claro, su decisión tenía un precio, una vida infinitamente solitaria, sin amor, ni cuidados, aderezada de largos periodos de silencio, acompañados por la contemplación lenta del tiempo. No era un mal hombre, al menos eso pensaban de él sus pocos allegados, no muchos lo conocían, y los que lo conocían, sabían muy poco de él. 

Era dueño de una pequeña propiedad situada en la parte trasera de la casa. Seis cuartos que rentaba. El vivía de los pagos mensuales de sus inquilinos. Por lo tanto no trabajaba en nada. 

De joven, su padre le enseño el oficio de la taxidermia.
Lo llevo a cabo durante varios años, después lo abandonó.






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